13 de març 2018

LA FINANCIACIÓN AUTONÓMICA


Dicen los expertos en economía que España ha dejado atrás la crisis económica y estamos entrando en un tiempo de bonanza y que, por tanto, es el momento de revisar el sistema de financiación autonómica. Sea cierta o no esa afirmación, la verdad es que el sistema de financiación de las comunidades autónomas necesita, con urgencia, una revisión y puesta al día que no se puede demorar más. Hospitales, colegios y dependencia, entre otros, son servicios que dependen de esa financiación en todo el territorio.
En los últimos años los gastos de las 15 autonomías de régimen común han crecido casi el doble que los recursos asignados. Las consecuencias de ese desequilibrio son evidentes: las prestaciones del Estado del bienestar se deterioran y la deuda aumenta a velocidad de vértigo. En esas circunstancias, el Estado, de un modo u otro, ha tenido que poner sobre la mesa unos 250.000 millones de euros para que el sistema no se fuera a pique, pero eso hace que las comunidades cada vez sean menos autónomas y más dependientes de Hacienda, que viene a ser lo mismo que decir dependientes del Gobierno central de turno.
Así las cosas, se hace indispensable una revisión que analice la problemática del sistema de financiación autonómico en profundidad, y que tenga en cuenta que la deuda es una tenaza y una espada de Damocles para los gobiernos autonómicos. En esta situación y puesto que las quitas ya han quedado descartadas, hay que buscar mecanismos que permitan que los entes autonómicos asuman las responsabilidades que les correspondan y sigan haciendo su trabajo sin la dependencia que ahora soportan. 
El nuevo sistema debería corregir además de la deuda, otras disfunciones tan graves como ésta. Como explica la comisión de estudio de la financiación autonómica, la proliferación de Fondos confunde y distorsiona la transparencia, lo lógico sería simplificarlos. Dicen que el ministro de Hacienda tiene previsto reducirlos (de los cinco actuales a dos). Asimismo, parece lógico, también, homogeneizar los impuestos sobre sucesiones y donaciones, a la vez que otras cuestiones como los tributos medioambientales, por ejemplo. De ese modo, se evitarían diferencias considerables en la capacidad recaudatoria de cada autonomía, en función de lo que en cada lugar se grava o deja de gravar empresas y ciudadanos, en función del consejero de hacienda de turno. Claro que eso, generaría la queja de más de un responsable de finanzas autonómico porque se entendería como un recorte en la capacidad de actuación de cada cual.
Sea como sea, lo que no debería perderse nunca de vista, es la lógica social del Estado autonómico. Desde sus orígenes se ha guiado por el principio de recaudación y, sin embargo, el sistema debería estar basado en el principio de las necesidades. Se trata de coordinar una red de servicios mínimos para todos los ciudadanos, con independencia del lugar de residencia. En aplicación de ese principio, es obligado calcular el coste de esos servicios y garantizar su pago más allá de la recaudación esperada o real. Ese es en mi opinión el quid de la cuestión: si se consigue concretar ese principio, la reforma de la financiación autonómica será un éxito. Cualquier otra cosa, no dejará de ser un parche con fecha de caducidad.
De todas formas, la probabilidad de que el Gobierno de Rajoy consigan pactar o impulsar políticamente una reforma financiera de esta magnitud es, realmente escasa. La incapacidad de este Gobierno para articular negociaciones complejas es manifiesta. Tampoco en las sencillas o simples ha demostrado especial eficacia.
Por otra parte, es vergonzante el retraso en el comienzo de la negociación. El sistema se debía que haber revisado y renovado en 2014. La falta de criterios comunes entre los gobiernos autonómicos es otro hándicap a tener en cuenta.
Ahora bien, la cuestión de fondo, a mi entender, determinante es otra: los intereses de los dos socios potenciales del PP (Ciudadanos y PNV) son opuestos entre sí. Para los vascos eso de la financiación autonómica no va con ellos (con su concierto y su cupo, ya están servidos, y muy bien, por cierto). Por lo que respecta a Ciudadanos, no se les ve mucho entusiasmo por resolver las cuestiones de las comunidades, parece que por sus “venas corren gotas de sangre jacobina” que diría el poeta. Así las cosas, empezar a dialogar es como oír llover.

Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies 12/03/18



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