Después de más de
cuatro meses de inactividad, el pasado jueves, 1 de marzo, en el Parlament de
Cataluña se celebró un pleno con el que se pretendía empezar a poner fin a la
situación de excepcionalidad política que estamos viviendo en Cataluña.
Sin embargo, no parece
que las fuerzas independentistas hayan aprendido la lección. Los secesionistas
no progresan adecuadamente. Esta nueva sesión plenaria continúo en la línea de
los últimos plenos de la legislatura anterior.
Una vez más los
soberanistas hicieron caso omiso a las advertencias de los letrados de la
cámara. Presentaron y aprobaron una resolución en la que se pide que cesen las
“injerencias” del Gobierno y el Tribunal Constitucional. Además de
reivindicarse el referéndum del 1 de octubre. En esa misma resolución se dice
que las elecciones del 21-D ratificaron una “mayoría” favorable a constituir en
Cataluña un estado independiente en forma de república y legitima a Carles
Puigdemont a ejercer el cargo de presidente. Es decir, nuevamente se bordea la
legalidad y se pone Cataluña a los pies de los caballos.
El mismo día, a última
hora de la tarde, por las redes sociales se difundió un comunicado de
Puigdemont, presuntamente grabado en Bruselas. Fue un discurso, con una escenificación
pretendidamente institucional, agrio, lleno de rencor y amenazante contra lo
que los independentistas llaman el Estado español. Encima, para complicar la
cosa un poco más y seguir enganchado al pesebre, anunció que, en breve,
convocaría solemnemente a todos los diputados (la pregunta aquí es obvia,
¿también a los de la oposición), y se constituiría un “consejo de la república”
coordinado con el Govern, compuesto por cargos públicos y presidido por él. Por
desbarrar que no quede. Sin embargo, además de mancillar el concepto de
república, en ningún momento el ex president huido reconoció ni un error ni un
fallo en sus acciones o decisiones, nada de nada. La culpa de todo para los
otros.
Lo único positivo de su
monserga fue que hizo pública su renuncia “provisional” a presidir la
Generalitat. Decisión, por otra parte, esperada, incluso, por buena parte de los
independentistas. También propuso, como si de una sucesión dinástica se tratase
a Jordi Sánchez, número dos de la lista de JxCat, como presidenciable en su
ausencia. Cosa harto difícil porque Sánchez está en prisión preventiva, y más
allá de las cuestiones meramente legales de si el magistrado debe autorizar o
no su salida para que tome posesión, no parece ni operativo ni recomendable que
el president de una institución como la Generalitat esté privado de libertad.
Además, es muy probable que, en un plazo más o menos breve, cuando se cierre el
auto, el juez Pablo Llarena lo inhabilite junto a otros investigados por los
mismos presuntos delitos.
Por si todo esto fuera
poco, ERC no recibió nada bien la `propuesta. Los republicanos entendían que
tras la renuncia de Puigdemont el nuevo candidato debería ser Oriol Junqueras.
Según el portavoz Sergi
Segrià con la sugerencia de Sánchez se quiebra la argumentación del Gobierno
legítimo utilizada por JxCat durante todo este tiempo. En consecuencia, le
correspondería a Junqueras optar a la máxima magistratura de la Generalitat por
haber sido vicepresidente con Puigdemont, cuando éste era jefe del ejecutivo.
El problema es que
Junqueras está en la misma situación que Sánchez, prisión preventiva y, por
tanto, si para uno la presidencia de la Generalitat es inviable, para el otro
también. Quizás por eso, ERC ha echado el freno de mano y donde dijo digo,
ahora dice Diego. Es decir, ahora le parece bien que el candidato sea Jordi
Sánchez. Quizás porque saben que nunca será president.
Además de todo esto, la
CUP reprocha a Puigdemont su retirada y anuncia que ellos no votaran a Sánchez,
“por el carácter autonomista de la propuesta”, razonan los antisistema.
Sorprendente, porque de llegar a producirse esa hipotética votación los
independentistas no tendrían los votos necesarios. Entonces, deberían ser el
propio Puigdemont y Toni Comín los que renunciaran a sus actas de diputados
para, al correr la lista, que otros pudieran ejercer el derecho al voto. Todo
absolutamente surrealista.
Veremos cómo evoluciona
la situación en las próximas semanas. Lo más probable es que el bloqueo
institucional se enquiste. Cada vez la lucha por el poder entre JxCat y ERC es
más evidente. Ahora, la batalla está centrada en el control político de los
medios de comunicación. Desde quien pone al director general hasta quien es el
responsable de un informativo. En principio a ninguna de las dos formaciones
les conviene verse de nuevo en las urnas. No obstante, tal y como están las
cosas no se puede descartar nada.
Deberemos, pues,
armarnos de paciencia y seguir esperando. Exactamente igual que hemos hecho
hasta el momento; pero cada vez parecen más próximas unas nuevas elecciones.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies 05/03/18
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