26 de febrer 2018

AMORDAZADOS


En poco más de 24 horas el cantante de rap Valtonyc ha sido condenado a tres años y medio de prisión, han retirado de la feria Arco la obra Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago Serra, y el libro Fariña, de Nacho Carretero, sobre el narcotráfico en Galicia, ha quedado fuera de la circulación, por orden judicial.
Las canciones del mallorquín se han hecho virales en las redes y un montón de festivales, entre ellos el prestigioso Primavera Sound, le han propuesto que participe en sus certámenes. La obra pictórica retirada de Arco ha sido comprada por el periodista Tatxo Benet, socio de Jaume Roures y cofundador de Mediapro. Tatxo ha pagado la nada desdeñable cantidad de 90.000 euros, por las caras pixeladas de los políticos presos y todo indica que será expuesta en Lleida, donde el alcalde, Ángel Ros, ya ha ofrecido una sala para su exhibición.
Desde la prohibición de la venta del libro de Carretero que, por cierto, llevaba dos años en el mercado, Ámazon ha vendido diez libros por minuto y las librerías gallegas han abierto listas de espera para cuando Fariña vuelva al mercado.
Estamos en el siglo XXI y es muy posible que la censura sea una de las armas más potentes de la promoción de un producto u obra. En este contexto, recordemos aquella portada de la revista satírica El Jueves, de hace unos años. En la misma se veía a los entonces príncipes, hoy Reyes, en acción un tanto indecorosa, pero, probablemente, muy placentera. Desde luego, fue retirada del mercado, pero, bajo cuerda, se llegaron a pagar más de 1.000 euros por uno de aquellos ejemplares.
Estos hechos, tanto juntos como separados, son un torpedo en la línea de flotación de una sociedad diversa y plural que vive en un clima de libertades que sólo es posible en un sistema democrático consolidado. Sin embargo, todo indica que los tiempos están cambiando, como dijo el cantor y son malos tiempos para la lírica.
Todo esto, se lo debemos en primera instancia a Alberto Ruiz Gallardón y a continuación a toda su camarilla tanto en el PP como en el Gobierno del que él formó parte. Su Ley Mordaza, por un lado y, por otro, las diversas reformas chapuceras que se han ido haciendo del Código Penal, han ido dejando bien a las claras que la libertad de expresión está en riesgo de extinción en nuestro país.
No es casualidad que, para Ignacio González Vega, portavoz de jueces para la Democracia, la libertad de expresión está amenazada.
Sin ánimos de mitificar nada, quedan muy lejos los años ochenta con la movida madrileña o el rock radical vasco. Hoy muchas de las canciones de aquella época serían merecedoras de querellas y sus autores e intérpretes tales como Siniestro Total, Alaska o la Polla Récords, aplicándoles los recortes de libertades y la intolerancia que hoy en día se manejan irían directos a la cárcel.
Quizás, con el paso del tiempo, la sociedad se haya vuelto un poco mojigata. No lo sé. Desde luego la globalización sin reglas ni normas y que le terrorismo haya llegado hasta la sala de estar de nuestros hogares tiene mucho que ver. De todos modos, no es de recibo que los delitos de opinión puedan ser castigados con penas de prisión.
Es evidente que, a determinados gobiernos y a buena parte de los estamentos que conforman el Estado, ya les va bien esa mordaza que unas ocasiones se pone desde las esferas de poder y otras se la coloca la propia ciudadanía.
En este contexto, viene como anillo al dedo aquella frase del Tribunal Supremo de EE. UU., que en estos días nos ha recordado Carmen Calvo, premio Nacional de Artes Plásticas 2013, según la cual:” La libertad de expresión es una garantía para que las demás libertades puedan respirar”.

Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies 26/02/18

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