17 de setembre 2017

LO QUE NOS ESPERA

Sabíamos que podía ocurrir. No obstante, algunos ilusos -entre los que me incluyo- pensábamos que en algún momento el seny reaparecería en escena y se evitaría lo que ahora es un hecho: la fractura institucional y el menosprecio al 52% de los ciudadanos de Cataluña.
En efecto, el espectáculo que nos han ofrecido desde el Parlament, con la aprobación de la Ley del Referéndum y la de Transitoriedad Jurídica, ha sido, por decirlo suave, un insulto a la inteligencia y un atentado a la convivencia en nuestro país.
Como no podía ser de otra manera, estos días se ha escrito y hablado hasta la saciedad al respecto. Ciertamente, he leído artículos y oído comentarios brillantes sobre la cuestión; también auténticas butades que de todo hay en la viña del Señor. No insistiré. Eso sí, voy a exponer lo que, en mi opinión, a riesgo de equivocarme, va a suceder a corto y medio plazo en Cataluña.
Para empezar, la tensión ira en aumento en las próximas semanas. Querellas, registros, incautación de material presuntamente electoral, declaraciones, contradeclaraciones, alguna que otra escaramuza y ocupación de espacios públicos serán el pan nuestro de cada día.
Suceda lo que suceda, el 1 de octubre no habrá referéndum ni nada que se le parezca. Sin embargo, no hay que descartar que, en algún lugar, en alguna localidad, pongan urnas e intenten llevar a cabo un simulacro de votación. Es posible que se intente algún tipo de insurrección civil. Es decir, que pretendan ocupar determinados lugares más o menos neurálgicos como pueden ser Radio Nacional de España, El Banco de España o el aeropuerto del Prat, por poner algunos ejemplos. También se va convocar alguna que otra concentración y/o manifestación en favor de la libertad, el derecho a decidir, la democracia o vayan ustedes a adivinar las ocurrencias de mentes tan febriles como las de los independentistas. No son pocos los secesionistas que sueñan con un Maidán a la catalana. De todos modos, como dijo recientemente el célebre Santi Sisa, “cuando caigan las primeras hostias todos a comer a casa y a dormir pronto que mañana hay que abrir la tienda.”  Después, cuando esté el ambiente lo suficientemente caldeado convocaran nuevas elecciones, siempre y cuando queden políticos independentistas que no estén inhabilitados, no vaya a ser que se pierda el momio por falta de personal cualificado para proclamar: “Esta vez, sí. Ahora vamos a dar el paso definitivo”, o algo por el estilo.
No obstante, secesionistas y no secesionistas saben que con el actual estatus quo político Cataluña nunca será independiente. Ni la ONU reconocerá un Estado catalán, ni cuentan con ningún apoyo internacional digno de tal nombre, ni la UE admitirá nunca una región que para ser independiente vulnere la Constitución del país al que pertenece, como dejó meridianamente claro el presidente del Parlamento europeo en una respuesta, por escrito, a un diputado de la cámara.
Con ese panorama de fondo, más pronto o más tarde los secesionistas deberán aparcar sus entelequias, volver a la prosaica realidad y sentarse a negociar sin apriorismos. Claro que, para que eso ocurra, sería muy conveniente que Mariano Rajoy ya no sea inquilino de la Moncloa y el PP no gobierne en España. A los populares la intransigencia y la mano dura con Cataluña les proporcionan pingües réditos electorales, y mientras eso sea así, para ellos el debate, la negociación y el pacto estarán de más. De todos modos, en esta vida cada cual debe asumir sus responsabilidades y, desde luego, el PP con Rajoy a la cabeza tienen mucho que purgar por su aportación a todo este esperpéntico affaire catalán.
En cualquier caso, no deberíamos olvidar qué si un determinado partido político que se autocalifica de izquierda no hubiera sido tan radical, los secesionistas hubieran sido menos maximalistas y hubiesen aparcado algunos de sus planteamientos, hoy ni Rajoy ni el PP gobernarían. El PNV no hubiera logrado el pacto leonino que le arrancó a los populares, tendríamos un gobierno de centroizquierda y, con toda probabilidad, las cosas hubieran sucedido de otra manera, sin duda mejor, para la mayoría de ciudadanos; pero aquellos polvos trajeron estos lodos y ahora nos toca aguantar.
Y en estas circunstancias, mientras las cosas no cambien, los ciudadanos de Cataluña, independentistas o no, deberemos seguir soportando las colas de espera en la sanidad (de las más largas de España), que la educación para nuestros hijos sea totalmente insuficiente, porque tenemos uno de los presupuestos para enseñanza más bajos per cápita de todas las comunidades autónomas. Asimismo, muchos conciudadanos seguirán llegando tarde a sus destinos, cada dos por tres, porque el transporte público de nuestro país tiene más de desastre que de servicio; de manera especial los transportes de cercanías; a la vez, seguiremos pagando los peajes más caros de España… y un sinfín de penalidades más que no voy a enumerar para no hacerme insufriblemente pesado.
En definitiva, la situación es muy complicada y nos esperan tiempos difíciles. Se han abierto heridas muy profundas que tardarán en cicatrizar. De todos modos, saldremos de ésta. Hemos salido de otras similares e incluso peores. Para ello, se necesita seny, mucho seny.
Lo que necesitamos ahora son finos estilistas que zurzan los sietes que ha hecho el procés. Hacen falta en la plaza Sant Jaume y en el palacio de La Moncloa hombres de Estado que piensen en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones y, en estos momentos, ni los de aquí ni los de allí están a la altura de las circunstancias.
Así las cosas, habrá que cambiarlos. No dan la talla. Y eso, depende de nosotros.

Bernardo Fernández

Publicado en e-notícies.com 13/09/17

LO QUE PUDO HABER SIDO Y NO FUE

Estos días se cumplen 93 años de la proclamación de la Segunda República española. Aquel hecho histórico fue posible porque se dieron una se...