La historia reciente del
socialismo español es un cúmulo de despropósitos, decisiones desafortunadas y
egocentrismos políticos.
De hecho, la cosa viene de
lejos. Hace ya mucho tiempo que el PSOE pierde adeptos elección tras elección.
Su nicho de votos es cada vez más reducido y la desconexión con las clases
medias urbanas, profesionales liberales y los jóvenes es una realidad. El
votante, tipo, socialista es de edad avanzada y residente, de forma muy
mayoritaria, en el medio rural.
De todos modos, el gran
descalabro se empezó a fraguar aquella fatídica noche del 10 de mayo de 2010,
cuando José Luís Rodríguez Zapatero hincó la rodilla ante las exigencias de los
Mercados con la aquiescencia de Ángela Merkel.
Fue a partir de ahí cuando los
socialistas empezaron la caída libre. Así, ante la renuncia de Rodríguez
Zapatero a repetir como candidato a ocupar La Moncloa, el Comité Federal del
PSOE, propuso a Alfredo Pérez Rubalcaba como aspirante a la presidencia del
gobierno para las elecciones que se celebrarían en noviembre de 2011.
Tras la derrota en esas elecciones generales, Rubalcaba
presentó su candidatura a la secretaría general del Partido Socialista Obrero
Español en un Congreso celebrado en
Sevilla. De
ese modo, se convirtió en el nuevo secretario general socialista tras
vencer por 22 votos a la candidatura liderada por Carme
Chacón.
Tras el mencionado Conclave la
organización quedó fracturada y convertida en un reino de taifas. La falta de
un horizonte compartido mínimamente esperanzador, dio como resultado que cada
cual se ocupara de su jardín sin preocuparse del huerto del vecino, es decir,
sin tener un proyecto común.
En 2014, después de los malos resultados cosechados por el
PSOE en los comicios europeos, Rubalcaba abandonó el cargo de secretario
general y renunció a su acta de diputado en el Congreso
A renglón seguido y casi
contra todo pronóstico Pedro Sánchez ganó las elecciones primarias y se
convirtió en el nuevo secretario general de los socialistas, escogido por
primera vez por todos los militantes. Eso hizo que un halo de esperanza
iluminara a los alicaídos seguidores de Pablo Iglesias Posé. Sin embargo, ya se
sabe que la alegría dura poco en casa del pobre y con las elecciones generales
de diciembre de 2105, los socialistas volvieron a la cruda realidad. Obtuvieron
los peores resultados de su historia en democracia. Resultados que aún serían
peores en los comicios generales que se llevaron a cabo en junio de 2016.
En todo ese tiempo, se fueron
poniendo de manifiesto tanto las carencias de Sánchez para dirigir a su
organización por las procelosas aguas de la política actual, como los graves
problemas internos que atenazaban al PSOE, hasta convertirlo en un partido
quebrado, incapaz de hacer llegar un mensaje creíble a la ciudadanía.
La crisis estalló en septiembre
de 2106, cuando 17 miembros de la Ejecutiva Federal presentaron en bloque su
dimisión para forzar, de ese modo, su disolución, y lograr así la renuncia de
Pedro Sánchez. El 1 de octubre, tras rechazar el Comité Federal la propuesta de
Sánchez de convocar un Congreso, éste presentó su dimisión como secretario
general del PSOE dando así paso a la formación de la gestora que reclamaban sus
críticos. Pocos días después, Sánchez entregaba su acta de diputado, dejando
vacante su escaño horas antes de la votación de investidura de Mariano Rajoy.
Ahora, tras unos meses de
evidente zozobra, parece que el partido vuelve a tener algo de pulso. En esas
circunstancias, la comisión gestora ha nombrado un equipo para que redacte un
programa y ha convocado un Congreso para el próximo mes de junio.
Ciertamente, eso está bien,
aunque no son papeles lo que más necesitan, en estos momentos ni los militantes
ni los votantes socialistas.
Lo que hoy precisa el
socialismo español es un liderazgo potente que conecte con la sociedad, unas
caras que sirvan de referencia y que estén dispuestas a hacerse con el poder y
echar a los populares, no sé si a la papelera de la historia, pero sí a que los
castiguen al rincón de pensar por lo mal que lo hicieron y el perjuicio que nos
causaron cuando tenían mayoría absoluta.
Veremos si alguien capaz,
primero, de convencer a los suyos y, después, componer un equipo que subyugue,
en términos políticos a una mayoría social suficiente.
Desde luego, por el bien de
todos, falta hace.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies. cat
30/01/17
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