La política española se ha
instalado en una situación grotesca. La imagen ofrecida por los socialistas en
su último comité federal y en días posteriores, ha sido, además de bochornosa,
lamentable.
Por otra parte. tampoco el PP,
pese a ser el partido que da y, con toda probabilidad, seguirá dando soporte al
gobierno, transmite la seguridad y confianza política que, en momentos como el
actual, se requiere. Ahí están los casos Soria, Barberá y ahora los juicios de
la trama Gürtel y las tarjetas “black”, con nombres que lo fueron todo en la
política española, bajo el paraguas de los populares, para sembrar zozobras más
que razonables ante la nueva etapa de gobernabilidad que ha de abrirse ya en
nuestro país.
Pero es qué si echamos un
vistazo a los partidos emergentes, aquellos que iban a traer savia nueva a la
vieja política y desterrar los malos hábitos, no se puede decir que estén por
la labor.
En efecto, Podemos está
viviendo una fuerte crisis interna como consecuencia de sus malos resultados el
26-J. Esa situación ha provocado un duro enfrentamiento entre sus dos máximos
dirigentes, Iglesias y Erejón, la suerte de los “podemitas”, ha sido que el
desmoronamiento socialista está ocultando temporalmente sus dificultades.
Tampoco en Ciudadanos andan
demasiado bien, pese a la voluntad mediadora de su líder Abert Rivera. La ropa
no les llega al cuerpo ante la posibilidad de nuevas elecciones y las
expectativas de perder un buen puñado de escaños.
Y en Cataluña seguimos
imperturbables hacia el abismo. Ahora se anuncia un nuevo referéndum, esta vez
vinculante, pactado o no con el gobierno central, para, lo más tardar,
septiembre de 2017. Se demoniza a un consejero e incluso se le amenaza
gravemente en las redes sociales por defender la españolidad de la cultura
catalana. Mientras el gobierno, que dice ser de gente de orden, se sostiene por
un partido que se declara antisistema. Pues bien, a eso algunos lo llaman
coherencia, tolerancia y hacer bien las cosas.
Hay quien opina que cada
sociedad tiene los políticos que se merece. Discrepo. Considero que una mayoría
de ciudadanos españoles son gente progresista, formada y tolerante. Sin
embargo, nuestros dirigentes actúan como si de un país tercermundista se
tratase. Por eso, el mundo occidental nos contempla estupefacto y es que
estamos padeciendo un auténtico esperpento político.
Esa es la realidad, aunque a muchos
nos duela.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 12/10/16
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