Por quinto año consecutivo
cientos de miles de ciudadanos salieron el pasado día 11 de septiembre a las calles
de Cataluña en pos de la independencia. De poco sirve enredarse en si la
participación fue mayor o menor que otras ocasiones. El hecho incuestionable es
la capacidad demostrada en reiteradas ocasiones por la Asamblea Nacional
Catalana (ANC) y Omnium para enardecer a los independentistas. Eso sí, con la
inestimable colaboración de los medios públicos de comunicación, y de manera
especial TV3 que se había comprometido en los días anteriores a que la
convocatoria fuera un éxito.
Pues bien, con este paisaje de
fondo, sería interesante echar un vistazo a la historia, para comprobar que las
derrotas de las clases populares siempre han sido por la división entre ellas o
como consecuencia de proyectos insolidarios.
La propuesta secesionista que
se está haciendo en Cataluña, así como su culminación en una pretendida Arcadia
feliz tiene, como efecto colateral, la inevitable destrucción de un Estado
democrático que fue posible, sobre todo, gracias a la determinación de las
clases medias y populares.
Es verdad que la crisis económica
y la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) de 2010, sobre el nuevo
Estatuto de Cataluña han agravado la situación. No obstante, no es menos cierto
que esa situación ha venido de perlas a nacionalistas y soberanistas para
ocultar los recortes y las medidas antisociales que han llevado a cabo mientras
gobernaban, taparse las vergüenzas los unos a los otros y trapichear a su libre
albedrío, ocultando su propia corrupción con la bandera.
Aunque el dictador murió en la
cama, fueron muchos los que se quedaron en las cunetas y los que dieron con sus
huesos en la cárcel por luchar por algo tan básico como la dignidad. Los
represores eran de todas partes de España, catalanes también y no hacían
distinciones en función de los orígenes de los represaliados.
Sin duda alguna, sería
interesante saber dónde estaban muchos de los que hoy se declaran
independentistas “desde siempre” cuando se salía a la calle pidiendo “libertad,
amnistía i estatuto de autonomía”, o que hacían los 11 de septiembre porque,
por donde hoy está hoy el monumento a Rafael de Casanova en Barcelona, no
solían aparecer. Allí iba la clase trabajadora a dejar, en el mejor de los
casos, una flor y salir corriendo, ya que a los grises les faltaba tiempo para
repartir estopa.
Por otra parte, la diferencia
de desarrollo entre unas autonomías y otras no es la consecuencia de que unos
sean listos y laboriosos y otros no. Eso se debe a que la desigualdad es una
constante del capitalismo. Y, a su vez, eso explica, también, las corrientes
migratorias en España a lo largo de la historia. Además, es incuestionable la
aportación de la inmigración interna al desarrollo económico y la lucha por las
libertades. De hecho, tanto UGT como CCOO siempre han puesto en el mismo nivel
reivindicativo la cuestión nacional catalana y la lucha social. Ha sido,
lamentablemente, en los últimos tiempos que algunos han dado prioridad al mal
llamado derecho a decidir, sin parase a pensar que eso es un grave atentado
para los intereses de los trabajadores.
En este contexto, justo es
reconocer que el inmovilismo de Mariano Rajoy y los suyos es el mejor aliado
que han podido encontrar los secesionistas para lograr adhesiones. Pienso que
deberían darle la medalla de oro por ser el colaborador externo ideal.
Con este panorama, hemos de
exigir a los políticos independentistas que se dejen de entelequias y no
engañen a la ciudadanía. Paro, precariedad laboral, recortes en sanidad y
educación, salarios y pensiones insuficientes son las cuestiones que, entre
otras muchas, quitan el sueño a los trabajadores y a las clases populares. Y
eso sucede exactamente igual en Barcelona, Almería o Sigüenza.
Por eso, además de necesaria es
urgente una reforma de la Constitución que mejore nuestra convivencia
democrática y que amplíe los derechos sociales. Una reforma en la que todos nos
podamos reconocer y sentir cómodos, para mirar sin temor a Europa. Una Europa
federal donde podamos avanzar en las conquistas sociales y democráticas.
A mi juicio, no hay otro
camino.
Bernardo Fernández
Publicado en Crónica Global
20/09/16
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