Fernando de los Ríos (uno
de las cabezas mejor amuebladas del socialismo español), fue elegido miembro de
la Comisión Ejecutiva del PSOE en el congreso extraordinario de 1920.. Poco tiempo después, junto
con otro compañero fue designado comisionado para
viajar a la Unión Soviética, con la finalidad de ver las posibilidades de ingreso del
partido en la Tercera Internacional. Durante su entrevista con Lenin, De los Ríos le preguntó
cuándo permitiría su gobierno la libertad de los ciudadanos. Tras una larga diatriba
el mandatario ruso le respondió: "¿Libertad para qué?".
Me ha parecido oportuno traer a colación esa
referencia histórica porque tras los resultados de las elecciones generales del
pasado 26-J, muchos se preguntan y ahora, ¿qué? Ciertamente, el PP ha salido reforzado
de esta contienda y ha puesto una considerable distancia con las izquierdas
que, además, han quedado fragmentadas. Ahora bien, una cosa es obtener una
mayoría más o menos cómoda para gobernar y otra configurar una mayoría
suficiente para establecer acuerdos de Estado para llevar a cabo las grandes transformaciones
que este país necesita.
Vamos a ser razonablemente optimistas y vamos a
suponer que con los resultados del 26 de junio se impone el sentido común.
Nadie se empecina en hacer lo que no toca, Rajoy se tira a la piscina y es
capaz de lograr los votos necesarios para que su investidura salga adelante y puede
configurar un ejecutivo.
A mi juicio, el primer paso que se debería dar, sería
realizar un diagnóstico exhaustivo de la situación de país lo más compartido
posible. Luego plantear un tratamiento en el que se pudieran comprometer el
máximo de agentes políticos y sociales. Y quiero subrayar lo de agentes sociales
porque sin el compromiso y la colaboración activa de la sociedad civil no
saldremos adelante
No se puede
perder de vista que estamos ante cuestiones excepcionales que exigen medidas
que afectan a nuestra convivencia y a las reglas de juego que, en un momento
determinado, nos dimos a nosotros mismos.
Así, por
ejemplo, es urgente reformar la Constitución, pero para ello, es necesario el
acuerdo y el consenso de derecha e izquierda y si no, no hay reforma posible. Algo
similar se podría decir de la ley electoral, entre otras cuestiones.
De igual manera, resulta imprescindible impulsar, desde la inversión
pública y privada, un crecimiento económico sostenido que cree empleo de
calidad. Hay que recuperar, de forma urgente, el pacto de Toledo y dar una
solución al asunto de las pensiones. Nuestros mayores no pueden seguir en la
incerteza de que va pasar con sus pagas y el sistema necesita una reforma en
profundidad que lo haga viable.
También hay
que establecer con Europa una relación que fortalezca la posición de España; ya
que pese a ser la cuarta economía de la Eurozona, el papel de nuestro país en
el concierto internacional es irrelevante.
No podemos
tolerar que la pobreza en nuestro país tenga rostro infantil. Por eso, es
urgente tomar medidas para hacer frente a la pobreza y la desigualdad que
atentan a la cohesión social y, eso, en una sociedad desarrollada como la
nuestra, no debería ser aceptado.
Hay que llevar
a cabo una reforma fiscal progresiva que acabe con la vergüenza e indignidad de
la evasión y que no dé cuartel
a la economía sumergida. Asimismo, no basta con derogar la LOMCE, se hace
imprescindible un gran acuerdo sobre educación.
En ese contexto, resulta absolutamente
imprescindible llevar a cabo una regeneración democrática de las instituciones
que no sea tan solo un cambio de nombres y caras. Hace falta, también, un
cambio de talante que acerque la política a los ciudadanos y que ésta sea
comprensible para ellos. Además, es preciso luchar decididamente contra la
corrupción.
En la ya mencionada reforma de la Constitución. Se
deberían blindar determinados derechos sociales, así como afrontar sin mayor
dilación la cuestión territorial.
Es necesaria una mayor claridad y simplificación
competencial, se debe clarificar la solidaridad inter territorial. De igual
manera, se hace imprescindible un nuevo acuerdo sobre financiación que tenga en
cuenta el principio de ordinalidad y, a su vez, desarrollar un plan de
inversiones con criterios claros y transparentes y, ¿cómo no? Llevar a cabo la
reforma del Senado para convertirlo en una auténtica cámara territorial.
Estoy convencido de que más pronto que tarde la ciudadanía se dará cuenta
de quien está por la labor y quien por salir en la foto y el postureo, y
actuarán en consecuencia, premiando a quien intente el acuerdo y sancionando a quien
ponga obstáculos. Veremos si los actuales líderes políticos saben estar a la
altura de las circunstancias y son capaces de anteponer los intereses del país
a los intereses personales o de partido.
Lo he escrito en alguna otra ocasión y me parece
oportuno repetirlo: tal y como está las cosas, una reedición de los pactos de
la Moncloa en versión siglo XXI, con todas las diferencias que se quiera, no
estaría nada mal. Al fin y al cabo, si entonces la situación del país era
sumamente delicada, hoy, en otro contexto y con otros actores, no lo es menos.
Bernardo
Fernández
Publicado en
Crónica Global 02/07/16
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