30 de juny 2016

MÁS DE LO MISMO

El mensaje emitido por los electores el pasado 20-D fue meridianamente claro: no nos gusta lo que se ha hecho hasta ahora y no queremos que decida un solo partido; poneos de acuerdo para gobernar, resolver problemas y no seáis vosotros los que los ocasionéis.
Sin embargo, los líderes políticos no entendieron, o no quisieron entender, el recado enviado por la ciudadanía y durante seis meses la política en nuestro país ha estado en punto muerto.
Por eso, el pasado domingo, 26 de junio, volvimos a las urnas. En esta ocasión el electorado se ha pronunciado de forma más rotunda, otorgando al Partido Popular, 14 escaños más que en diciembre y restando 5 al PSOE, respecto a los 90 obtenidos en aquella ocasión.
Ciertamente, el partido socialista ha logrado los peores resultados de su historia. No obstante, hay que tener en cuenta que se había polarizado mucho el proceso electoral entre el PP y la coalición Unidos Podemos de nueva creación. Tanto que, la práctica totalidad de sondeos, incluso los llevados a cabo a pie de urna el mismo día de los comicios, daban como seguro el sorpasso de los de Iglesias a los de Sánchez, dejando así a los socialistas como tercera fuerza.
Pero la realidad es tozuda y el PSOE se mantiene como fuerza hegemónica de la izquierda, mientras que la nueva coalición pierde 1,2 millones de votos con respecto al 20-D, obteniendo los mismos escaños que obtuvieron por separado. Y es que, en política, las sumas a veces restan.
Aunque corremos el riesgo de que la próxima legislatura sea más de lo mismo, hay que dar a Mariano Rajoy la oportunidad de que acepte la propuesta para ser candidato a la presidencia del Gobierno que con toda probabilidad le hará Felipe VI. Llegados a ese punto, sería lógico que los socialistas permitieran formar ejecutivo a los que han ganado por amplio margen las elecciones. El país no puede seguir bloqueado.
Estamos viviendo momentos excepcionales y hay reformas que no pueden esperar. La de la Constitución es una, pero no la única. Por eso, no conviene dinamitar puentes, ya que, para determinadas cuestiones, la colaboración derecha izquierda resultará imprescindible y sin consenso no hay reforma posible.
Realmente, la situación es compleja, por eso esperemos que los líderes políticos sepan anteponer los intereses del país a los intereses personales o de partido.

Bernardo Fernández
Publicado en ABC 29/06/16


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