Begin the Beguin es una
canción escrita en 1934, durante un crucero por las islas Flyl, por Cole
Porter. De este estándar de la música popular estadounidense se han hecho
infinidad de versiones y se tradujo al castellano, de forma libre, como Volver
a empezar. Según el diccionario de música de Oxford es una polka lenta, si bien
se asemeja más a una rumba lenta; aunque quizás los líderes de los partidos
políticos que se han de presentar a las elecciones del próximo 26 de junio,
preferirían bailar tras los comicios un foxtrot como El humo ciega tus ojos,
del mismo autor, y así poderse abrazar a uno o varios adversarios para no
perecer despeñados.
Hay quien sostiene que esas
elecciones son una segunda vuelta de las del 20 de diciembre. No seré yo quien
entre en ese debate nominalista, sobre si son, o dejan de ser segunda vuelta de
algo. Eso me parece irrelevante. Lo que considero sustancial es cómo van a
afrontar, tanto la ciudadanía, como las organizaciones políticas, esta segunda
oportunidad.
El pasado 20 de diciembre los
electores acudieron a las urnas con el convencimiento mayoritario de que el
bipartidismo tenía los días contados y el sistema de partidos iba a cambiar.
Ciertamente, eso fue así, pero no tanto; es decir, a trancas y barrancas las
dos organizaciones históricas (PP, PSOE) han aguantado el tirón, pero se han
dejado muchas plumas por el camino y los emergentes han llegado pisando fuerte,
aunque sin avasallar. De hecho, estamos ante un proceso electoral imterruptus.
Ahora veremos cuál es la reacción de los electores ante esta situación de
aparente descontrol. Si perseveran en el cambio o se resignan y optan por un
día de playa, aunque eso pueda suponer cuatro años de un gobierno contrario a
nuestros intereses.
Si para algo han servido estos
cuatro meses largos de negociaciones y pactos frustrados, ha sido para conocer
un poco más el talante de los aspirantes a presidente de gobierno, sus equipos
y sus estrategias.
Así, por ejemplo, hemos visto
quien se ha sentado a la puerta de su casa esperando el fracaso de sus
adversarios y soñando que luego vendrían a suplicarle una gran coalición. También ha habido quien ha hecho de la
necesidad virtud, y ante unos resultados electorales nefastos, ha buscado, con
ahínco, el acuerdo y el pacto, si bien es verdad que ha fracasado en el
intento. De igual manera, hemos visto la capacidad de maniobra de otros para
quitarse la etiqueta de marca blanca y jugar, sin complejos, con más de una
baraja. Y, como no podía ser de otro modo, no ha faltado el postureo. Resultó
bochornoso y muchos sentimos vergüenza ajena, al ver cómo alguien, sin ningún
tipo de negociación previa, se auto proponía para vicepresidente otorgaba
ministerios y pocas semanas después se auto excluía.
Días atrás se hizo público el
barómetro de abril del CIS, según el mismo el PP y Podemos están pagando su
actitud en estos meses tras las elecciones del 20 D. Pese a todo, el PP se
mantiene como primera fuerza, pero retrocede 1,3 puntos respecto a los últimos
comicios y los de Pablo Iglesias se dejan tres puntos en el camino. Quizás por
eso, aquellos que querían asaltar los cielos y hace cuatro días tachaban a los
de IU de antiguos y trasnochados, ahora sorben los vientos por formar coalición
con los post comunistas. Según indican algunas encuestas es posible que den el “sorpasso”
al PSOE (le superaran en votos, pero no en escaños), aunque luego, lo más
probable sea que esa coalición acabe como el rosario de la Aurora. Además, está
por ver la reacción del electorado potencial de otras formaciones ante esta
alianza.
A grandes rasgos, este es el
panorama preelectoral que, a día de hoy, nos ofrecen nuestros políticos. No
obstante, considero qué, como ciudadanos, a nosotros que el gobierno resultante
del 26 J sea monocolor y tenga que bailar el rock de la prisión que le imponga
Bruselas o de coalición, y decidan bailar pegados como sugiere Sergio Dalma nos
debería ser bastante indiferente.
Lo consustancial serán las
propuestas para el día de después. Como sociedad avanzada y madura que somos,
debemos exigir que se dé una solución razonable a esas más de 700.000 familias
que carecen de ingresos. De igual
manera, y puesto que nos consideramos un país desarrollado, no es tolerable
que, en 1,5 millones de hogares todos sus miembros estén desempleados. Asimismo,
tenemos derecho a saber que va a pasar con las pensiones de nuestros mayores,
porque sabemos que el sistema de cotizaciones es deficitario y no sostenible. Y
también queremos que se apliquen fórmulas que hagan más elásticas las hipotecas
y se puedan evitar los desahucios. Entre otras muchas cosas.
En suma, se trata de que el
próximo ejecutivo que nos ha de gobernar en los próximo cuatro años baile al
son que le marque la ciudadanía, que por algo somos soberanos. O eso nos han
hecho creer.
Bernardo Fernández
Publicado en Crónica Global
16/05/16
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