Gracias a una martingala difícil
de comprender por alguien que desconozca el “procés”, Carles Puigdemont llegó
de forma rocambolesca a presidente de la Generalitat de Cataluña.
Más de 100 días después de su
llegada a la máxima institución catalana, el balance de gestión que presenta es,
sencillamente, paupérrimo.
Es verdad es que la herencia
de su antecesor, Artur Mas, con graves asuntos de corrupción no resueltos como
el caso Palau, el affaire Pujol o las mordidas del 3%, entre otros; además de la
mala gestión en asuntos como la concesión de la ATLL, el macro complejo BCN
World, la deuda de más 70.000 millones de euros o el desguace del Estado del
bienestar a base de recortes indiscriminados, pesan como una losa a la hora de
llevar a cabo cualquier acción de gobierno de cierta enjundia.
Quizás por eso seguimos con
los presupuestos de 2015 prorrogados y no parece que su aprobación vaya a ser inminente,
habrá que convencer a la CUP de que en las circunstancias actuales no hay otra
política económica posible. Y me temo que ese va a ser un hueso difícil de roer
Pero es qué en esos 100 días,
el Parlament no ha aprobado una sola ley y, sin embargo, se han consumido horas
y esfuerzos debatiendo si había que “desobedecer” o “desoír”. Y mientras, los
problemas para desconectar cada vez son más evidentes y de los 18 meses fijados
para ir a unas elecciones constituyentes se han evaporado casi 4 y todo sigue
igual. Ahora bien, que no cunda el pánico, Puigdemont, se ha reunido con Pedro
Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Mariano Rajoy. Entrevistas meramente
protocolarias, puesto que resultados prácticos, ninguno
Además, el presidente, en la
presentación de su plan para lo queda de legislatura, garantizó “revertir los
recortes, revertir sus efectos y situar Cataluña a las puertas de un Estado
propio”. Ahí es nada. Pero no dijo ni de que armas dispone, ni quiénes son sus
aliados, ni cómo piensa llevar a cabo su proyecto.
Después, Puigdemont, en su
primera Diada de Sant Jordi como presidente, habló de dragones feroces “que nos
quieren atenazar”. Haría bien el máximo mandatario catalán en dejarse de
quimeras y trabajar para lograr objetivos tangibles que luego no generen
frustración. Para ello, sería primordial eliminar los dragones internos que
andan obcecados en una alucinación que nos está llevando a la parálisis.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 27/04/16
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