Un prestigioso medio de comunicación de ámbito
estatal publicaba el pasado domingo, 29 de agosto, una carta abierta a los
catalanes del ex presidente de gobierno Felipe González.
La misiva hablaba de cosas tan lógicas como que “Cataluña
de seguir por el camino del independentismo podría convertirse en la Albania
del siglo XXI” o que “España dejará de serlo sin Cataluña, y Cataluña no sería
lo que es, separada y aislada”.
Asimismo, el ex presidente decía, entre otras muchas cosas, que “Artur Mas miente cuando dice que el
derecho a decidir sobre el espacio público que compartimos como Estado nación
se puede fraccionar arbitraria e ilegalmente”.
De hecho, la mencionada carta no viene a decir nada
demasiado diferente de aquello que decimos los que estamos en contra de la
ruptura de la cohesión social, a favor de la legalidad y pensamos que hay
caminos que vale la pena explorar. La diferencia radica, sobre todo, en que
González además de argumentar perfectamente, ha tenido un magnífico altavoz y
nosotros tenemos vedados los medios de comunicación públicos catalanes, así
como los subvencionados, que son mayoría, salvo honrosas excepciones.
Como se podía esperar, a los subalternos de Mas y a
sus voceros, el artículo les ha sentado como una patada en salva sea la parte.
Su respuesta no se ha hecho esperar. Lógico. Pero resulta patético que, lo que
era una llamada a la cordialidad y un llamamiento a buscar “formas pactadas que
garanticen los hechos diferenciales sin romper la unidad”, no haya sido
rebatido con argumentos, si no con descalificaciones personales o hurgando en
viejas historias.
De todos modos, esta actitud desafiante y un punto
petulante de los nacional soberanistas no nos debería extrañar. Es la misma
pose utilizada días atrás cuando la Guardia Civil registró la sede de CDC y la Catdem, su fundación afín,
buscando pruebas del pago del 3% a Convergencia.
Por otra parte, está bien que el gobierno de Rajoy
se felicite por la carta. Ahora bien,
González dice en la misma que no está de acuerdo con “el inmovilismo del
gobierno de la nación, cerrado al diálogo y a la reforma”.
No hay duda que el responsable de este desaguisado
es Artus Mas. Pero quizás si al otro lado hubiera habido alguien dispuesto a escuchar y a dialogar no hubiéramos llegado
hasta aquí. Por eso, que cada palo aguante su vela.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 02/09/15
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