Dentro de pocos días se van a celebrar elecciones
municipales en toda España y autonómicas en 13 comunidades. Los resultados se
presentan más inciertos que nunca. Todo es posible. No obstante, según
encuestas y sondeos el PP se puede llevar un varapalo de los que hacen época.
De hecho, el malestar de la ciudadanía con los
políticos hace tiempo que habita entre nosotros. Ya en las elecciones al
Parlamento Europeo, en mayo de 2014, se puso de manifiesto y en las elecciones
andaluzas, de hace apenas 2 meses, el Partido Popular sufrió un gran batacazo,
y el PSOE, pese a ganar se dejó 108.000 votos en el envite. Ahora, en estos
próximos comicios, es muy posible que la ciudadanía introduzca en las urnas junto
a la papeleta, su indignación.
El malestar social que se ha ido acumulando en los
siete años que llevamos de crisis económica, así como el descrédito
institucional, ganado a pulso por la clase dirigente a base de corruptelas y
grandes escándalos financieros, como pueden
ser los casos Bárcenas, Pujol o Rato
-sólo por poner algunos ejemplos-, han generado una gran sacudida en la
conciencia cívica de la gente. Una de las consecuencias más inmediatas es que,
día de hoy, es una incógnita como va a responder, ante tantos y tan grandes
desmanes, el cuerpo electoral en estos próximos comicios.
Parece lógico que el electorado castigue los
repetidos incumplimientos del PP y su incapacidad manifiesta para sacar al país
de la crisis. Además, los casos de corrupción que jalonan la trayectoria de los
populares en las últimas décadas pueden ser determinantes para muchísimos
ciudadanos a la hora de decidir su voto. También podría suceder que le 24M se
vote en clave local y regional, pero eso es difícil porque buena parte de la
corrupción institucionalizada está estrechamente ligada al poder municipal y al
autonómico. Por tanto, cualquier cosa es posible.
En este contexto, el PP va a necesitar de apoyos
para mantener muchos de sus feudos tradicionales, como pueden ser Madrid o
Valencia. Por su parte, el PSOE, aunque parece que remonta, no lo hace con la
fuerza suficiente para suplir a los populares. En estas circunstancias, veremos que confianza otorgan los electores a
las fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos. Gente con muchas ganas y algunos
con un brillante expediente académico, pero
que carecen de la más mínima experiencia tanto en la gestión de los
Ayuntamientos como en el gobierno de las comunidades autónomas.
En el escenario catalán, a todas estas cuestiones
generales, hay que añadir las peculiaridades del movimiento independentista,
que guste o no, incidirán en los
resultados del 24M. Los secesionistas, capitaneados por Artur Mas, necesitan,
para reorganizar sus tropas, un tanto dispersas, convertir estos comicios en una primera vuelta
de unas hipotéticas elecciones autonómicas que se han anunciado para el 27 de
septiembre –plebiscitarias, dicen los soberanistas que serán-.
De todos modos, para quien las cosas a priori pintan
bien es para ERC, en la situación que estamos viviendo es más que probable una
fuerte expansión de los republicanos. Si eso sucede será, fundamentalmente, acosta
de CiU y eso será fatal para los nacionalistas que no tienen una alegría
electoral desde hace mucho tiempo. Además, con el affaire Pujol cargando el ambiente precisan del
bálsamo que son las victorias electorales para recobrar, aunque sólo sea un
poco, la autoestima.
Por su parte, el PSC necesita mantener el máximo de
alcaldías y resultados dignos, allí
donde sea oposición, para empezar a pensar en serio en la recuperación. Por lo
que respecta a PP, fuerza casi testimonial en el municipalismo catalán, está
viendo peligrar sus dos feudos emblemáticos: Badalona y Castelldefels. Ciutadans prácticamente debuta en el campo
municipal y a poco bien que les vaya lo venderán como un éxito. No obstante,
con toda seguridad, en Cataluña no serán decisivos.
El quid de la cuestión está en Barcelona, donde Ada
Colau, otrora Abeja Malla, está perdiendo fuelle a pasos agigantados y el resto
de candidatos no acaban de dar el salto definitivo. A ver si va a resultar que
se está gestando la sociovergencia y nosotros sin enterarnos. Aunque lo más
probable es que para gobernar la capital haga falta un ménage à trois.
Sea como sea, lo que parece bastante evidente es que
el 24M a las 8 de la tarde, el bipartidismo apuntalado por los partidos
nacionalistas empezará a ser historia. Entonces, entraremos en una nueva etapa
(no sé si época), en la que primara un bipartidismo imperfecto, donde la
negociación y el pacto serán imprescindibles si no queremos echar el carro por
le pedregal. Ahí Podemos y Ciutadans serán indispensables para configurar mayorías
y formar gobiernos. Veremos si se conforman con ser bisagras o querrán una
parte más grande del pastel. Por eso, en esta ocasión, aunque las elecciones
son municipales, se decide algo más. Yo pienso que mucho más.
Bernardo Fernández
Publicado en Crónica Global 15/05/15
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