08 d’abril 2015

PENSIONES, VIENTOS Y TEMPESTADES

Admito que, como futuro pensionista, estoy seriamente preocupado por lo que pueda suceder el día que me corresponda cobrar la pensión de jubilación por la que he cotizado durante toda mi vida laboral.
Cuando el gobierno Zapatero hizo su reforma del sistema público de             pensiones, fruncí el ceño, aquella reforma iba en contra de mis intereses, pero entendí que, como un mal menor, era necesaria para garantizar la sostenibilidad del sistema.
Después, cuando Mariano Rajoy dijo hasta la saciedad que lo último que tocaría serían las pensiones, respiré tranquilo, al fin hay un político que se preocupa de la gente, pensé. ¡Santa inocencia! A Rajoy le faltó tiempo para incumplir su promesa -también ésta, como muchas otras-,  y meter la tijera en el ya castigado sistema público de pensiones.
El sentido común dice que las reformas, para ser legítimas, han de estar basadas en la justicia. En el caso de las pensiones lo lógico sería repartir las cargas de forma equitativa entre jóvenes y mayores. Sin embargo, la reforma llevada a cabo por el gobierno de Rajoy no tuvo en cuenta ni éste ni otros principios y, en cambio, si tuvo un eje vertebrador claro: debilitar el carácter público del sistema y reducir la cuantía de las pensiones contributivas para favorecer el campo de acción de los fondos privados de pensiones.
A finales de 2011 el fondo de reserva de la Seguridad Social estaba por encima de los 66.000 mil millones de euros. Ahora, según el  informe anual que entregó, en el mes de marzo, al Congreso la ministra de Empleo Fátima Báñez,  ese fondo no llega a los  42.000 millones. O sea que en tres años se ha volatilizado el 37 %. Si bien es cierto que ese fondo se creó para utilizarlo cuando hubiera déficit estructural, también es verdad que se marcó un tope de 3.000 millones al año como máximo que el ejecutivo ha incumplido sistemáticamente.
Con este panorama, es evidente que, si esto no cambia pronto, vamos a ser muchos los que no nos podamos jubilar y deberemos seguir en el tajo mientras el cuerpo aguante.
Por tanto, con situaciones como la descrita no son de extrañar varapalos como el de Andalucía y otros que están por llegar. Todos recordamos aquel adagio que dice: quien siembra vientos recoge tempestades. Luego que no se extrañen.

Bernardo Fernández

Publicado en ABC 08/04/15

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