07 de novembre 2014

TRISTE BALANCE

Artur Mas ganó las elecciones al Parlament de Cataluña de 2010, utilizando tres ideas fuerza: poner orden en el desbarajuste de los gobiernos de izquierda, lograr una financiación para Cataluña, equiparable al Concierto Vasco y reducir el paro a la mitad. Sin embargo, la realidad, cuatro años después, es substancialmente diferente a lo que nos había prometido Mas. Veamos.


Desde que CiU volvió al Govern los presupuestos de la Generalitat se han reducido en casi 8.000 millones de euros y eso ha significado recortes en todos los departamentos. En Sanidad se ha recortado un 31%, un 29% en educación y un 62% en Vivienda, entre otros. Y claro, eso supone perdida de camas hospitalarias, más listas de espera, no completar las plantillas de profesores, devaluar la enseñanza, y recortar los servicios sociales además de otras minucias.

De forma simultánea la deuda de la Generalitat se ha incrementado en 9.500 millones y a finales de 2014 esa deuda superará los 62.000 millones de euros. ¿Toda esta catástrofe financiera es responsabilidad exclusiva del Govern de la Generalitat? Evidentemente, no. Tiene mucha responsabilidad el Gobierno central con la imposición de políticas austericidas a las comunidades autónomas y su afán recentralizador.

Ahora bien, la responsabilidad de Artur Mas y los suyos no es menor. Por ejemplo: si no se hubieran rebajado los impuestos se Sucesiones y Patrimonio se habrían recaudado unos 3.400 millones más con los que se hubiera podido atenuar la deuda y/o evitar algún recorte.

De hecho, en 2012, Mas ya intentó una huida hacia adelante y convocó elecciones para obtener “una mayoría excepcional” que le permitiera negociar con más respaldos en Madrid. Pero la realidad es tozuda y en aquel trance perdió 12 diputados, pero lejos de enmendar se echó en brazos de ERC y su radicalidad independentista cuando él, de ser ideológicamente algo, siempre había sido un nacionalista liberal.

Aquellos polvos trajeron estos lodos y es que, además de todo eso, la Generalitat tiene una cuantiosa deuda oculta con cargo a ejercicios futuros. Concesiones de derechos de superficie, peajes a la sombra y un largo etcétera, han sido utilizados alegre e irresponsablemente. Todo eso, significa que tenemos el futuro hipotecado, como mínimo, hasta 2108. Pero que no cunda el pánico, con la consulta alternativa, las elecciones plebiscitarias y la declaración unilateral de independencia, todo estará solucionado. La lástima es que nadie nos tendrá en cuenta.

Bernardo Fernández

Publicado en ABC 29/10/14

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