18 de maig 2014

EUROPA: SUEÑO Y PESADILLA

Durante los años de plomo de la dictadura franquista, pensar y/o hablar de Europa significaba muchas cosas, pero sobre todo una: libertad. El 1 de enero 1986 bajo el mandato de un Gobierno socialista España se convirtió en miembro de pleno derecho de la UE. Más tarde vendría el Tratado de Maastricht que marcó una nueva etapa en la integración europea, ya que permitió la puesta en marcha de la integración política y posteriormente la moneda única que, fue sin duda, el paso más audaz hacia la integración. Todo eso hizo realidad el sueño europeo. Después la crisis de 2007 que, si bien es verdad, tuvo su inicio en EEUU, ha acabado por convertirse en la pesadilla de Europa.


413 millones de ciudadanos europeos hemos sido convocados a votar el próximo 25 de mayo. Es muy probable que la participación en nuestro país sea la más baja de las seis consultas hasta ahora celebradas. Es muy probable, también, que muchos electores voten mirando por el espejo retrovisor, dando así su opinión sobre la crisis y su gestión.

Además en España estos comicios serán, en buena medida, un avance de lo que vendrá después: el ciclo electoral que habrá en 2015, con comicios municipales, autonómicos en la mayoría de CCAA y tal vez también en Cataluña, para acabar con unas elecciones generales.

Estamos, aunque suene a tópico, ante una cita histórica, De como se repartan los escaños dependerá la construcción de la Europa del futuro. Sabido es que la elección es por cinco años y eso es un espacio de tiempo lo suficientemente largo como para poder acometer proyectos de enjundia. Ahora bien, en buena lógica lo primero que debería hacerse es cerrar las heridas que la maldita crisis ha abierto entre Norte y Sur, o si prefieren como dice Ignacio Torreblanca entre acreedores y deudores.

De todos modos, parece lógico pensar que la situación actual no se puede aguantar mucho tiempo más. La unión monetaria debe reforzarse con una política fiscal común y, a su vez, con órganos de dirección auténticamente democráticos que canalicen de forma adecuada la participación de los ciudadanos (votar cada cinco años ya no es suficiente, la sociedad de hoy no se conforma con ser espectador pasivo, quiere ser actor y participar).

Es evidente que el apoyo que la ciudadanía da hoy a las instituciones europeas está bajo mínimos. Sin embrago, los ciudadanos europeos piensan que la desintegración sería peor. De igual manera, lo de la moneda única no es un amor incondicional, existe la convicción de que si el euro desapareciera las cosas irían francamente peor.

Así pues, como dice el profesor de integración europea de la Universidad de Atenas, Loukas Tsoukalis: “Europa necesita un gran pacto para deshacer este nudo gordiano. Es necesaria una amplia coalición entre países y entre las principales familias políticas europeas”.

Por otra parte, el proyecto europeo debería prestar especial atención a aquellos que más han padecido durante todo el proceso de integración y que tuvo su máxima eclosión con la crisis de estos últimos años. La austeridad se ha demostrado tan inútil como ineficaz y si no se cambia de orientación los movimientos de protesta, los partidos antisistema, el nacionalismo y el populismo encontrarán ahí su mejor caldo de cultivo.

Como decía Joan Boada en un reciente artículo: “las políticas de UE, la complejidad de su gobierno, la opacidad de los procesos de toma de decisiones (nunca sabemos quién toma realmente una decisión: los Gobiernos, la Comisión, Alemania), la escasa participación ciudadana y la distancia de sus instituciones (incluido el Parlamento), hacen ciertamente difícil explicar sus virtudes”.

La consecuencia de esta situación es que la desafección hacia la UE se ha multiplicado de manera exponencial desde que empezó la crisis. Eso sucede en el Sur, incluida España, pero también en lugares como Alemania, Holanda o Finlandia, el 60% de los europeos desconfía ya de la UE. Así por ejemplo en Francia las encuestas dan al Frente Nacional más votos que a los socialistas y quedan sólo ligeramente por debajo de los conservadores.

En Reino Unido, el antieuropeo UKIP parece que cosechará un 20% de los votos y será la segunda fuerza, por encima de los conservadores. Algo similar puede suceder en Alemania con Alternativa para Alemania, Aurora Dorada en Grecia, los Verdaderos Finlandeses y partidos de lo más variopinto en Bélgica, Holanda y Austria.

En consecuencia, la UE debería resolver sus problemas económicos con prontitud, de lo contrario los euroescépticos, que se calcula que obtendrán entre el 17% y el 27% de los votos el 25-M, tendrán material suficiente para marcar la agenda europea e influir en las políticas nacionales. Y eso a los europeístas convencidos no nos conviene lo más mínimo.

Como recientemente apuntaba Felipe González en una entrevista televisiva, sólo será posible remontar la situación “si las políticas cambian” y en este sentido entendía que estas elecciones europeas son una cita importante pues “si no cambian las políticas europeas, será difícil hablar de una recuperación sostenida. Asimismo, González, subrayó que los gobiernos “no han entendido ni la magnitud ni la dirección de la crisis” y lamentó que se haya perdido “el principio fundacional de la solidaridad”.

Paz, solidaridad, tolerancia y cultura son los pilares sobre los que se asienta el sueño europeo. Austeridad sin mesura, miseria salarial y desigualdad son los ejes de la Europa que nos proponen los financieros y políticos sin escrúpulos. Ahora, nosotros decidimos.



Bernardo Fernández

Publicado en Crónica Global 15/05/14

CRISPACIÓN Y COHESIÓN SOCIAL

A raíz de una agresión sufrida, semanas atrás, por Pere Navarro (líder del PSC) en un acto de carácter privado y su posterior divulgación por los medios de comunicación, se ha puesto sobre la mesa el debate sobre la posible existencia de crispación en Cataluña.


Ciertamente, resulta difícil discernir si la crispación existe. Primero se debería definir donde está la frontera entre tensión y crispación e, incluso así, lo que para unos puede ser una cosa, para otros, lo mismo, puede se algo diferente.

De todos modos, los políticos de la órbita nacionalista se han apresurado a negar cualquier relación del suceso con el “proceso” y ni tan siquiera se han molestado en hacer una condena explicita de la violencia, tan solo medias tintas, vaguedades y condenas genéricas. No obstante, es evidente que en Cataluña, desde que se inició el órdago soberanista, estamos viviendo una situación cuando menos anómala.

Una de las consecuencias inevitables del “proceso” es la división que se está produciendo entre los catalanes en dos grupos, cada vez más divergentes y sin ningún punto en común: unos, los independentistas y, otros, los unionistas.

Es verdad que es una división simplista y que se corresponde poco con la realidad (las cosas son mucho más complejas) y, sin embargo, es la imagen que lanzan día si y día también los medios de comunicación públicos y aquellos que están en connivencia con el poder.

Según la politóloga alemana Noelle-Neumann, autora de la teoría de la espiral de silencio, un clima de opinión actúa como un fenómeno de contagio, ya que la opción mayoritaria se extiende rápidamente por toda la sociedad y decanta las tendencias hacia una determinada opción que cristaliza en adhesión y votos.

Los soberanistas conocen a la perfección esa teoría y los medios para aplicarla, por eso, con el argumento de que el “proceso” que estamos viviendo es transversal, cívico, tolerante y pacífico, se están cargando el valor más preciado que tenemos en Cataluña: la cohesión social

Como sostiene el catedrático Francisco Morente, “…la independencia solo podría consumarse contra una parte muy importante de la sociedad catalana, que todas las encuestas sitúan cerca, si no por encima, de la mitad de la población”.

Quizá hoy no exista crispación en Cataluña, pero es seguro que con la independencia llegaría la fractura social y, tal vez, eso es lo que persiguen algunos.



Bernardo Fernández

Publicado en ABC 14/05/14

ACOSO Y DERRIBO EN EL PSC

Me había prometido a mi mismo no escribir más, al menos a corto y medio plazo, sobre los problemas internos del PSC. Sin embargo, ante la actitud de determinados miembros del colectivo me veo impulsado a romper mi promesa.


De un tiempo para acá el PSC está sufriendo una perdida constante de militancia, unos porque han perdido la confianza, otros desengañados y otros, en estos momentos los más, por considerar que el partido está muy alejado de las tesis nacionalistas. Lo cierto es que la organización como tal está en serio peligro de extinción, al menos como la hemos conocido hasta ahora.

El último capítulo (hasta el momento) de esta historia inacabada ha sucedido en Gerona. Un grupo de militantes, entre ellos algunos auténticos pesos pesados, miembros de la comisión ejecutiva local, han dimitido en bloque. De hecho, el lugar de los acontecimientos es lo menos relevante, mañana o pasado un plante similar se puede dar en las Tierras de el Ebro o en cualquier rincón de la Cataluña catalana.

Los dimisionarios han decidido abandonar la ejecutiva porque, según ellos, “no tiene sentido que el partido no construya una alternativa de izquierdas”. Ciertamente, argumentación peregrina donde las haya. Quizá sea cierto que el partido es poco de izquierdas -no seré yo quien rebata esa afirmación-. Ahora bien, sorprende que personajes cono los Nadal (Quim y Manel), que están entre los dimisionarios, que lo han sido todo en el partido y gracias al partido, ahora caigan en la cuenta de que no es una alternativa de izquierdas. ¿Lo era más cuando ellos eran uno consejero y otro diputado? ¿Qué legado político han dejado de su paso por la organización para reclamar ahora aquello que no se hizo cuando ellos estaban en la sala de máquinas? ¿En el tiempo que Quim Nadal fue Alcalde de Girona (19 años) hizo auténticas políticas de izquierdas?, ¿las hizo siendo consejero de obras públicas en los gobiernos de Maragall y Montilla?

Seamos serios y sobre todo honestos, el problema es otro: desde el día en que Pere Navarro (primer secretario de los socialistas catalanes) cesó a Quim Nadal como portavoz del grupo parlamentario, haya en septiembre de 2012, el distanciamiento y a la vez el rencor de Nadal respecto a su primer secretario no ha hecho sino que aumentar. Ahora, la crisis que estaba latente se ha puesto de manifiesto por el alejamiento del partido sobre le derecho a decidir; aunque la realidad es bien diferente: se niegan a realizar primarias para escoger a la persona que ha de ser el candidato a alcalde en Gerona en las próximas elecciones municipales de 2015 porque su candidata es Pía Bosch y temen una derrota. Así de simple.

En sus pláticas, Raimon Obiols se refiere a menudo al “compañero partido”. Pues bien, dado que buena parte de los disidentes provienen del sector obiolista (afines a los planteamientos de Raimon Obiols), saben que si han hecho una cierta carrera política, ha sido gracias al paraguas del PSC. En consecuencia, deberían tener la suficiente dignidad y gallardía para dejar, a la vez que dimiten de sus cargos orgánicos, sus cargos públicos que, por cierto, son remunerados.

De todos modos, el problema de fondo es otro: el sector, ahora llamado, crítico pretende ganar por las veredas de la intriga y la manipulación, aquello que no pudo lograr por la autopista de la democracia en le decimosegundo congreso del PSC. Allí, Pere Navarro se alzó con más de un 75% de los votos mientras Igansi Elena, hoy uno de los más destacados disidentes, a pesar de contar con el soporte de muchos notables y viejas glorias, no pasaba de un discreto 23%. Esa es la realidad y eso es lo que legitima al actual primer secretario del PSC a llevar a cabo su proyecto hasta el próximo congreso. Entonces será el momento de rendir cuentas y hacer balances. Y si entretanto no se está de acuerdo, el partido dispone de mecanismos suficientes para que los que discrepan lo puedan expresar, ya sea en los consejos, bien de federación, bien nacionales e incluso, si disponen de la fuerza necesaria pueden forzar un congreso extraordinario. Lo que no es de recibo es la algarada, la falsedad y la calumnia.

En cualquier caso, es prácticamente seguro que el soberanismo no conseguirá su objetivo confesado: la independencia de Cataluña. No obstante, es muy probable que logre su objetivo no confesado: destruir a su principal adversario, el PSC. Y, en estas circunstancias, no se debería menospreciar el peso específico, en términos políticos, de todos y cada unos de esos personajes disidentes. Tal vez con su actitud logren convertir el espacio socialista catalán en un páramo y, a cambio, les permitan sentarse a la mesa de los auténticos patriotas, aunque nunca serán de los suyos. Pero la socialdemocracia más pronto que tarde ha de volver de los infiernos y en Cataluña alguien deberá ocupar ese espacio. Desconozco quien o quienes serán capaces de ocupar ese espacio, pero desde luego no será ninguno de los que hoy está poniendo en jaque progreso y la cohesión.

El electorado tiene memoria, es sabio y, afortunadamente, no suele perdonar.



Bernardo Fernández

Publicado en Crónica Global 30/04/14

APUNTES PARA UN NUEVO MODELO DE FINANCIACIÓN

En una iniciativa inédita hasta la fecha, en materia financiera, una veintena de entidades empresariales catalanas hicieron público, días at...